ASCHENBACH Y TADZIO


En La muerte en Venecia podemos hablar de la alternancia entre un narrador omnisciente tradicional y uno de omnisciencia selectiva. El principal objetivo es la psiconarración, pues lo que el lector percibe sobre todo es el relato en tercera persona de la vida interior del protagonista. La novela se centra en la práctica en Gustav von Aschenbach y, a partir de su llegada a Venecia, en el joven polaco Tadzio, personificación de la Belleza. Es verdad que aparecen otros personajes, pero completamente incidentales, que sirven para comprender el contexto en que se mueve el protagonista, sin más trascendencia.
Von Aschenbach tiene un apellido de carácter simbólico, pues significa 'arroyo de cenizas'(la presencia de von indica título nobiliario). El protagonista de la historia nos es presentado al comienzo como un escritor cansado y falto de inspiración, en un momento de su vida en que ha alcanzado la madurez y el reconocimiento social.  Tras el encuentro con el primero de los personajes simbólicos - el extranjero, primera personificación de Hermes como mensajero de la muerte-,  siente la necesidad de un cambio:"Ese impulso a alejarse de la obra, del escenario cotidiano de una entrega inflexible, apasionada y fría […]". Se insiste en que a lo largo de toda su vida había sido un trabajador incansable, gracias a lo que alcanzó el reconocimiento. Su anhelo de perfección le llevaba a exigirse cada vez más, pero siente la necesidad de un cambio: “Le hacía falta, pues, un paréntesis, cierto contacto con la improvisación y la holgazanería, un cambio de aires que le renovara la sangre a fin de que el verano fuese tolerable y fecundo. Viajar, sí…, aceptaba la idea. Y será ese viaje el que suponga un cambio trascendental, un paso de lo apolíneo a lo dionisíaco, de la razón a la pasión, y finalmente  un viaje hacia la muerte.
La descripción detallada del personaje se produce al final de la analepsis del capítulo segundo, Comienza con una prosopografía bastante detallada, en la que se pasa de  un plano general a lo más particular, al detalle, comenzando desde arriba hacia abajo:
“Gustan von Aschenbach era de estatura ligeramente inferior a la media, moreno, e iba siempre bien afeitado. Su cabeza parecía un tanto grande en comparación con el cuerpo, casi quebradizo. Una cabellera peinada hacia atrás, rala en la coronilla y abundante y muy canosa […]. La boca era grande, lánguida unas veces, y otras, tensa y bruscamente fina; tenía magras y surcadas las mejillas, y un suave hoyuelo dividía su bien moldeada barbilla”.
Se ha querido ver en este retrato un paralelismo con el físico del célebre músico y amigo Gustav
Mahler, aunque se muestran coincidencias con el propio Thomas Mann, como el lugar de nacimiento y la profesión. De hecho, al comienzo del capítulo segundo el narrador atribuye a Aschenbach la autoría de cuatro obras que el propio Mann había tenido la intención de escribir y que más tarde, de hecho, se publicarían de una manera u otra. En el mismo capítulo, se pueden identificar personajes de otras obras de Thomas Mann cuando el narrador hable del “héroe nuevo”, de heroísmo “de la debilidad”.
También se hace una etopeya, aunque más breve: “El arte imprime en el rostro de sus servidores las huellas de aventuras espirituales e imaginarias y, a la larga, […] engendra en el artista cierta hipersensibilidad refinada, un cansancio y una curiosidad nerviosa”.
Gustav von Aschenbach es un personaje redondo, que evoluciona a lo largo de la novela, que pasa de ser un hombre racional a pasional.
 El narrador se refiere a él a lo largo de la novela mediante variados vocablos que lo definen: el contemplador, el aventurero, el obcecado, el descarriado, el ofuscado, el enamorado, el iluso, el observador, el solitario…. A través de estos apelativos conocemos sus costumbres, sus actividades, sus pensamientos.
   El protagonista de la novela llega a Venecia, se siente relajado y en paz. Allí conoce a Tadzio, un hermoso joven de origen polaco. Es el personaje simbólico por excelencia en la obra. Desde el momento en que lo ve, queda fascinado por su belleza. En la primera descripción se nos muestra como un muchacho muy bello, de tez blanquecina, como una estatua griega de canon clásico: 
"Con asombro descubrió Aschenbach que el muchacho era bellísimo. El rostro, pálido, y graciosamente reservado, la rizosa cabellera color miel que lo enmarcaba, la nariz rectilínea, la boca adorable y una expresión de seriedad divina y deliciosa hacían pensar en la estatuaria griega de la época más noble; y además de esa purísima perfección en sus formas poseía un encanto tan único y personal que su observador no creía haber visto nunca algo tan logrado en la naturaleza ni en las artes plásticas".


 El escritor nos muestra a este joven como si fuera la personificación de la Belleza, esa belleza que
todo artista quiere alcanzar y crear a través de su obra. Lo compara con el “Efebo sacándose una espina”, con la perfección de las esculturas griegas.
"Viéndolo ahora de perfil entero, volvió a quedar asombrado, más aún, asustado, ante la belleza realmente divina del muchachito. Llevaba una ligera blusa de tela lavable, a rayas blancas y azules, con un lazo de seda roja en el pecho y rematada por un cuello alto, blanco y sencillo. Pero sobre este cuello […] reposaba la incomparable flor de su cabeza encantadora: la cabeza de Eros, recubierta por el esmalte amarillento del mármol de Paros, con sus finas y graves cejas, sienes y orejas ocultas, bajo la oscura y sedosa cascada de los rizos." 
En las sucesivas descripciones - todas prosopografías- del efebo se intensifican las referencias a los dioses de la mitología clásica: 
Creía estar viendo a Jacinto, el joven condenado a morir porque los dioses lo amaban. Sí, hasta llegó a sentir los dolorosos celos de Céfiro por el rival […]; veía el disco desviado por los crueles celos herir la adorable cabeza."
 “Tadzio sonrió […] Era la sonrisa de Narciso inclinado sobre el espejo del agua, esa sonrisa larga, profunda y hechizada que acompañaba el gesto de tender los brazos hacia el reflejo de su propia belleza".
El paralelismo con los griegos va más allá. En una ocasión, mediante el recurso tan usual en la novela de la técnica de la ensoñación, el protagonista iguala su relación con Tadzio a la que se establece entre Sócrates y Fedro. En esta escena onírica, Sócrates le habla a Fedro sobre la Belleza y el amor. Para el filósofo la Belleza es el camino hacia el espíritu. Estos dos personajes, uno anciano y otro bello, se comparan respectivamente con el sabio y el digno de ser amado
La juventud humana es la belleza y su contemplación nos puede llevar hasta lo espiritual. Estos pasajes muestran la oposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco. El artista vuelve a sentirse feliz cuando está junto al muchacho, pero también se ve indefenso porque no puede ni siquiera hablar con él ni mirarlo. Debe fingir indiferencia por convencionalismo social. 
No es extraño que von Aschenbach busque una justificación a sus sentimientos, recurriendo al mundo clásico, que veía la homosexualidad como algo positivo.Se documentó bien sobre las teorías sobre el amor y sobre el arte como locura comparable al eros leyendo El Banquete y Fedro, de Platón, recreando incluso algunos fragmentos.
En el capítulo tercero el escritor sintió desprecio por alguien que iba maquillado en medio de un grupo de jóvenes para intentar disimular su edad. Al final es él quien llegará a parecerse a aquel extraño personaje, pues también él cambió su aspecto físico (porque “su cuerpo senescente le daba asco”). Acudía con asiduidad a la peluquería y se cambió su aspecto:"Pudo ver que sus cejas se arqueaban siguiendo una línea más armónica y precisa, que los ojos se le alargaban y su brillo era realzado por una ligera sombra de párpados y, más abajo, donde la piel tenía cierto tono parduzco y apergaminado, vio despertar un carmín tierno[…], un retoque insignificante”, según el peluquero. Aschenbach ya no es consciente de que se ha convertido en un fantoche.La atracción que siente por el joven Tadzio evoluciona a partir del capítulo 4º desde una fascinación de tipo estético hasta una exaltación sensual e instintiva, llevado por el frenesí dionisíaco.

La triste historia del joven más bello del mundo