LOS PERSONAJES SIMBÓLICOS


Fotograma de la película de Visconti


Para leer La muerte en Venecia es necesario comprender el simbolismo que está presente en toda la obra. Es especialmente perceptible en la presencia de un conjunto de personajes secundarios que se suceden a lo largo de la novela. Presentan una serie de elementos comunes: son desconocidos para el escritor, de aspecto extranjero, no vuelven a aparecer en la obra y carecen de nombre. Su aspecto físico presenta algunos rasgos coincidentes: todos son pelirrojos, de nariz roma, nuez prominente .y se cubren con un sombrero. Aparecen en momentos cruciales de la obra, cuando se producen metabolés, cambios en la vida del protagonista, en su progresivo cambio de lo apolíneo - la vida ordenada de escritor entregado por completo a su obra- a lo dionisíaco - la caída en los abismos de la pasión sin control. Aunque en cada caso varía la función específica, son como mensajeros, como Hermes, guía de viajeros y también de los muertos, que lo acompañan hacia la muerte.

El primero de ellos, el forastero, aparece al comienzo de la obra, en el primer capítulo, cuando el protagonista, Gustav von Aschenbach, sale a dar un paseo y se encuentra con él en un lugar próximo al cementerio. Lo que sorprende es que se haga una descripción tan detallada de él, cuando aún no se ha descrito al protagonista. Comienza con un plano general en su prosopografía, para detallar algunos aspectos de su físico:
“De mediana estatura, flaco, sin barba y con una nariz extrañamente roma, el hombre tenía esa piel lechosa y cubierta de pecas típica de los pelirrojos. A todas luces no era de origen bávaro, al menos el sombrero de fieltro de alas anchas y rectas que cubría su cabeza le imprimía un aire foráneo, de oriundo de tierras lejanas […] Vestía un amarillento traje de paño tirolés con correa […] Con la cabeza erguida, de suerte que su manzana de Adán, pelada y prominente adquiría mayor realce, escrutaba la lejanía con sus ojos incoloros de pestañas rojizas […] y armonizando con su nariz corta y achatada, se abrían dos enérgicas arrugas verticales”.
Para continuar con la etopeya, que subraya el aspecto poco amigable:
“Esto -y acaso la altura del lugar en que se hallaba reforzara esta impresión- daba a su postura un aire dominador e imperioso".
Desaparece como por ensalmo, pero deja huella en el protagonista, que siente la necesidad de romper con la monotonía de su vida, con su trabajo rutinario. Se plantea cambiar de aires y dejar el trabajo que hasta entones le retenía en Múnich, a pesar de que le preocupaba la falta de inspiración y el miedo a no acabar sus proyectos.
“Pero ya fuera que los aires de excursionista del forastero incidiesen en su imaginación, o que entraran en juego otras influencias (…) notó, sumamente sorprendido, una apetencia de lejanías juvenil e intensa […]. Eran ganas de viajar, nada más…”
El protagonista emprende su viaje al sur al comienzo del capítulo 3º. En el barco que lo conduce a Venecia aparece el segundo de estos personajes, el "viejo lechugino", el falso joven. Mezclado con un grupo de jóvenes, se presenta así:
“…vestido con un traje estival de última moda, color amarillo claro, corbata roja y un panamá con el ala audazmente levantada […] era un hombre viejo […].Hondas arrugas le cercaban ojos y boca. El opaco carmín de sus mejillas era maquillaje El cabello castaño […] era una peluca […], el bigotito retorcido y la perilla se los había teñido, la dentadura amarillenta...era postiza” .
Su valor premonitorio también se percibe en la despedida al salir del barco cuando le dice:"Cordiales saludos a su amorcito, al más preciado y hermoso de los amorcitos!". En este momento Aschenbach todavía era un viudo que viajaba solo a Venecia sin ninguna otra pretensión de carácter sentimental, más que la "apetencia de lejanías", pero parece anunciar el encuentro que se producirá más tarde con el joven Tadzio.

Aschenbach desprecia a este hombre que pretende aparentar lo que no es, un viejo que quiere aparentar ser joven. Su función es la de anticipar de manera premonitoria el final del protagonista, que también se teñirá y maquillará al final de la novela, en su afán de rejuvenecerse, cuando ya ha descendido a los abismos de lo dionisíaco. Acudirá a una barbería en donde solicita ser teñido y maquillado para rejuvenecerse:
“Los ojos se le alargaban y su brillo era realzado por una ligera sombra en los párpados, y, más abajo, donde la piel tenía cierto tono parduzco, vio despertar un carmín tierno […] y los surcos de las mejillas y de la boca, así como las arrugas de los ojos, desaparecían bajo una capa de cremas y afeites…Vio, y el corazón le dio un vuelco, a un joven floreciente...El iluso de marchó feliz, turbado y temeroso."
Su cosmetólogo le dice que ahora "el caballero ya puede enamorarse sin ningún temor"."El iluso se marchó feliz, turbado y temeroso. Llevaba una corbata roja, y una cinta de varios colores adornaba su sombrero de alas anchas". 

El tercer personaje inquietante es el gondolero que lo transporta en Venecia. El traslado a través de la laguna coincide exactamente con el momento de su cambio de vida, aunque el viaje a la muerte está implícitamente presente desde el título. Se niega a seguir sus instrucciones y lo conduce al Lido sin su permiso.

“Era un hombre de fisonomía desagradable, casi brutal; llevaba un traje azul de marinero, con un chal amarillo a guisa de cinturón (…), un deforme sombrero de paja que empezaba a deshacerse. Su corte de cara y el bigote rubio y retorcido que asomaba bajo la nariz respingona parecían indicar que, a todas luces, no era de origen italiano. (…) Con las rojizas cejas fruncidas y la mirada perdida…”
Fotograma de Visconti
Su simbolismo se ve reforzado por la presencia de la góndola:"Esa extraña embarcación, que desde la época baladesca nos ha llegado inalterada y tan peculiarmente negra como solo pueden serlo, entre todas las cosas, los ataúdes...evoca aún más la muerte misma, el féretro y la lobreguez del funeral, así como el silencioso viaje final". Es evidente que con este viaje ha querido introducir el tema de la muerte - que ya está presente en el título y en el apellido del personaje. Pero en este caso se relaciona con el mundo clásico y el viaje de las almas a través de la laguna Estigia (la laguna veneciana), conducidas por Caronte (el gondolero). Que las referencias son deliberadas lo prueban los pensamientos del propio Aschenbach:"Aunque hayas puesto los ojos en el dinero que llevo y me envíes a la mansión del Hades con un buen golpe de remo me habrás conducido bien". A su llegada al Lido le dirán que "es el único gondolero que no tiene licencia...El señor ha viajado gratis".

Es bien conocida la admiración de Mann por el mundo clásico, que proviene de su infancia, y que en esta obra adquiere enorme importancia, tanto por las referencias mitológicas, como por las filosóficas que en ella encontramos.

El último personaje que coincide con los anteriores en su valor premonitorio y que lo acompaña en este viaje hacia la muerte es el músico que llega al hotel. Su prosopografía parece un calco del primer viajero, con la diferencia de que este personaje aparece al final de la obra, cuando ya la peste asola la ciudad y Aschenbach decide permanecer en ella, a pesar de la amenaza que supone:
“De complexión frágil, enjuto y amojamado también de rostro, con el viejo sombrero de fieltro caído sobre la nuca, de suerte que un mechón de cabellos rojizos le asomaba bajo el ala (…) no parecía de origen veneciano. Del blando cuello de su camisa deportiva […] emergía la magrura de su propio cuello, con la manzana de Adán prominente y pelada. Su cara pálida y de nariz roma […] parecía erosionada por las muecas y el vicio, y las dos arrugas obstinadas, imperiosas y casi feroces que se abren entre sus cejas rojizas, armonizaban extrañamente con la maliciosa risa de su boca”
Representa la atmósfera de decadencia de Venecia, y del protagonista. Ese mundo decadente que se vive en la ciudad, el desorden al que ha llegado la vida de Aschenbach. También aquí encontramos símbolos premonitorios de la muerte: “una intensa vaharada de fenol, proveniente de su cuerpo y de sus ropas, subía hasta la terraza”. El público contempla una actuación cómica “una copla desfachatada, escrita en un dialecto incomprensible y provista de de un estribillo bufo (…) había recuperado toda su desfachatez, y la risa simulada que impúdicamente dirigía a la terraza era una carcajada sardónica". Aparece el verdadero espíritu veneciano, desenfrenado y pasional, en el que Aschenbach acabó sumergiéndose. Al igual que el "viejo lechuguino", es como una parodia del protagonista.

Todos estos personajes llenos de connotaciones simbólicas son, con algunas variantes, símbolos que van anunciando el progresivo descenso a los infiernos del protagonista, también extranjero como ellos en Venecia y no muy diferente en algunos rasgos físicos. Son personajes planos e incidentales que cumplen una misión narrativa en la obra.

Según la técnica denominada de doble óptica, un personaje o complejo de motivos determinados admiten interpretaciones diferentes, depèndiendo de la perspectiva. En un primer nivel de lectura, el escritor describe a los personajes con una técnica realista, pero existe un segundo nivel mítico alegórico- que la crítica ha estudiado- en que todos ellos tienen un significado más profundo. La boca abierta y los dientes visibles hasta las encías, tanto en el viajero como en el viejo del barco, se asocian con la calavera, símbolo de muerte. El hecho de que sean pelirrojos tampoco es casual, por el significado que se le da en algunas culturas. La presencia del color rojo en la vestimenta se asocia con la pasión. El sombrero y el bastón remiten a Hermes y al mundo clásico. Por toda esta complejidad -que se podría seguir analizando- un lector avezado tiene la sensación de que podría seguir profundizando en la obra una vez que ha acabado su lectura.

El personaje simbólico por excelencia es Tadzio, el joven polaco que contempla en el Hotel des Bains y luego en la playa, y que transformará por completo la vida del protagonista.