EL ESPACIO

Quien contempla la belleza con los ojos
está ya entregado a la muerte.
                                                                               August von Platten (1796-1835)

   A lo largo de la novela se presenta una contraposición entre dos espacios antagónicos: el Norte, relacionado con lo apolíneo, con la razón y el orden. Ahí se sitúa el punto de partida de la novela. Por otro lado está el Sur, que se vincula con Venecia, con el mundo de lo dionisíaco, el desorden y el caos, y el protagonista pasará de uno a otro en su camino hacia la destrucción. Los nombres de los espacios citados son reales, pero adquieren un significado simbólico.

 La obra comienza en Alemania, concretamente en el apartamento de von Aschenbach en la Pinzregenstrasse, en Munich en una soleada mañana de mayo (lugar en el que vivía Mann). Sale para dar un paseo por el Jardín Inglés, repleto en esa tarde de primavera de carruajes y transeúntes.


Jardín inglés
"Aunque solo vestido de hojas tiernas, el Jardín Inglés olía a moho como en agosto y se hallaba, en las zonas próximas a la ciudad, repleto de carruajes y transeúntes. En la posada del Aumeister, adonde lo condujeron caminos cada vez más silenciosos y apartados pudo observar Aschenbach ...la animación popular del jardín, a cuyos bordes aguardaban unas cuantas berlinas y coches de lujo".

Para esperar el tranvía sigue su camino hacia el Cementerio del Norte, que se describe con cierto detenimiento: “Nada se movía tras el cerco de las marmolerías, donde las cruces, lápidas y monumentos funerarios ofrecidos en venta formaban un segundo cementerio, deshabitado, frente al cual se alzaba, silencioso entre los últimos resplandores del día, el edificio bizantino de la capilla mortuoria. La ornamentación de cruces griegas y figuras hieráticas pintadas en tonos claros sobre la fachada alternaba con inscripciones en letras doradas, simétricamente dispuestas, que reproducían una selección de frases bíblicas alusivas a la vida futura: "Entrarán en la mansión de Dios” o “Que la luz perpetua los alumbre”.

   No es casual que la descripción más detallada del comienzo sea precisamente la de un cementerio, con toda la carga negativa y premonitoria que supone. Frente a este paisaje realista (con tantas connotaciones simbólicas) y, tras la contemplación del misterioso y premonitorio personaje del turista que suscitará en él la necesidad de viajar, hay otro espacio que contrasta. Es una ensoñación, una visión de un lugar pantanoso, monstruoso y caótico, con bambúes, flores flotantes de colores lechosos, aves exóticas y un tigre acechante:

"Y vio, vio un paisaje, una marisma tropical bajo un cielo cargado de vapores, un paisaje húmedo, exhuberante y monstruoso, una especie de caos primigenio poblado de islas, pantanos y cenagosos brazos de río... Entre las ñudosas cañas de un bosque de bambúes vio brillar las pupilas de un tigre acechante...y sintió su corazón latir de miedo y de enigmáticos deseos".

   El escenario que se describe semeja un lugar del Indostán, el lugar donde se originó el cólera. Es un símbolo de la llegada de la enfermedad a Venecia -y al protagonista-, enmascarada en ese sueño, y que reaparecerá al final de la obra, lo que prueba que la primera mención es premonitoria. Pero el caos de islas y la laguna también recuerdan algo a la propia ciudad italiana. Se dice en el capítulo V:

"Hacía ya varios años que el cólera hindú venía mostrando una creciente tendencia a propagarse...surgida en las cálidas marismas del delta del Ganges, alimentada por las mefíticas emanaciones de aquel mundo insular, de aquella exuberante e inservible selva virgen que el hombre evita y en cuya espesura de bambúes acecha el tigre..."

   Todo el segundo capítulo de la  obra constituye una analepsis en que conocemos al personaje protagonista más detalladamente.Aunque no se hacen descripciones detalladas de espacios, se mencionan los orígenes de
Lübeck
Aschebach. Se indica que procede de “L". cabeza de partido de la provincia de Silesia” (Lübeck, lugar de nacimiento de Mann) donde sus antepasados por parte de padre habían sido probos funcionarios. Se menciona asimismo “la aportación a la familia de una sangre más cálida y sensual”, por parte de la madre, de origen brasileño y de quien Aschenbach habría heredado los rasgos raciales foráneos, con lo que ya se está sugiriendo el contraste entre el norte y el sur. El primero se asocia a lo apolíneo, al orden, algo que había dominado en la familia de Aschenbach ("hombres todos de rígida, honesta y pobre vida"). Pero su madre había aportado los rasgos foráneos", puesto que era brasileña, aunque hija de un maestro de capilla bohemio. Es el sur y la primera presencia de lo dionisíaco. 

   La oposición  entre el norte y el sur, entre Alemania e Italia, se muestra en diferentes aspectos. El norte es el lugar de origen del protagonista, y allí comienza la obra. Se asocia con la razón, el trabajo y el orden, en definitiva con lo apolíneo. En contraste, aparece el sur - Venecia (o Brasil)-, que es el lugar de la pasión, de lo dionisíaco. Allí se solaza una sociedad decadente, allí acude la gente adinerada que decide escapar de sus obligaciones. Este contraste será uno de los temas fundamentales de la obra, pues se relaciona con la transformación que sufre el protagonista. Ambos conceptos están presentes en toda la novela, tomados de Nietzsche y, en concreto, de El nacimiento de la tragedia.

Trieste
   A partir del capítulo tercero comienza su viaje a Trieste en un tren nocturno (en la época formaba parte del Imperio Austrohúngaro). Poco después se dirigirá a Pola, una isla del Adriático (la cita de estos lugares de la Italia irredenta, del territorio que el Estado italiano reclama a Austria tampoco parece casual), y finalmente en un barco a Venecia. Allí se alojará en el Hotel de los Baños, en el Lido, de donde se alejará en pocas ocasiones. Desde el barco observa la magnificencia de la ciudad: 

"Se presentaba a la vista la magnífica perspectiva, la deslumbradora composición de fantásticos edificios que la república mostraba a los ojos asombrados de los navegantes que llegaban a la ciudad; la graciosa magnificencia del palacio y del Puente de los Suspiros, las columnas con santos y leones, la fachada pomposa del fantástico templo, la puerta y el gran reloj, y comprendió entonces que llegar por tierra a Venecia, bajando en la estación, era como entrar a un palacio por la escalera de servicio. Había que llegar, pues, en barco a la más inverosímil de las ciudades."

   A partir de ahora abundan las descripciones de paisajes y ambientes que, mediante una técnica impresionista, captan la belleza de la ciudad:

“Hizo el habitual trayecto por la laguna, San Marcos y el gran canal. Iba sentado en el banco circular de proa, con un brazo apoyado en la barandilla y la mano como visera. Atrás quedaron los jardines públicos, la piazzetta volvió a desplegar su encanto principesco y cedió luego el paso a un fugaz desfile de palacios hasta que, tras un recodo del canal, apareció el fastuoso y tenso arco marmóreo del Rialto.”

     El traslado al Lido se produce en una góndola y en la descripción de esta, así como de su conductor y empiezan a percibirse los paralelismos con el mundo clásico, con la mitología. La laguna veneciana que Aschenbach atraviesa es como la laguna Estigia que los muertos deben atravesar al abandonar este mundo y el gondolero es una especie de Caronte que lo conduce a la mansión del Hades. Se puede observar además la similitud entre la barca y un féretro en este viaje hacia la muerte. Otra vez las palabras están cargadas de connotaciones negativas:

"¿Quién no experimenta cierto estremecimiento, quién no tiene que luchar contra una secreta opresión al entrar por primera vez, o tras larga ausencia, en una góndola veneciana? La extraña embarcación, que ha llegado hasta nosotros invariable desde una época de romanticismo y de poema, negra, con una negrura que sólo poseen los ataúdes, evoca aventuras silenciosas y arriesgadas, la noche sombría, el ataúd y el último viaje silencioso. ¿Y se ha notado que el amplio sillón barnizado de negro es el más blando, más cómodo, más agradable del mundo?"

   Tras su llegada al hotel y su instalación en él, puede contemplar la belleza del paisaje, de la playa y
Hotel des Bains
de la vida que la anima. El impresionismo domina ahora como un cuadro y las connotaciones son positivas:

"El cuadro que a sus ojos ofrecía la playa, la visión de aquellas gentes civilizadas, que gozaban sensualmente en medio de los elementos, le satisfizo y entretuvo como nunca. El mar, gris y sereno, estaba ya animado por niños que corrían descalzos por el agua, de nadadores de abigarradas figuras, que, con los brazos detrás de la cabeza, estaban tendidos sobre la arena. Otros remaban en pequeños botes sin quilla y pintados de encarnado y azul, y reían con alborozo."

   Pero, a medida que se entrega a la contemplación de la belleza de Tadzio, que descubre a su llegada al hotel, su actitud cambia y se proyecta sobre ese paisaje, que muchas veces parece tomado del mundo clásico y, en concreto de La Odisea. El léxico es clásico y culto: el mar es ya el Ponto, el sol es Faetón o Apolo, mencionado mediante la perífrasis 'dios de las mejillas de fuego', 'las rubias guedejas' son sus rayos, el viento es el 'euro', el cielo es 'el éter'. Todo ello es una descripcion de la salida del sol (que en la mitología era el dios que recorría con su cuadriga el cielo de oriente a occidente cada día):


“Día tras día, el dios de las mejillas de fuego guiaba desnudo su ignívoma cuadriga por los espacios del cielo, agitando sus rubias guedejas al soplo del impetuoso euro. Un resplandor sedoso y blanquecino cubría el perezoso oleaje de las llanuras del Ponto. La arena ardía. Bajo la bóveda azul con destellos plateados del éter, [...]”

   La ciudad de Venecia lo agobia en las visitas puntuales que realiza. La abundancia de descripciones espaciales, de retratos extensos y de digresiones contribuye a que el tempo de la novela sea cada vez más lento. El impresionismo le permite captar todo tipo de sensaciones (visuales, auditivas, olfativas):

"Un calor bochornoso caía sobre las callejas; el aire era denso, y los olores que salían de las casas, tiendas y cocinas, olor de aceite, nubes de perfume y otras emanaciones, yacían apelotonados, sin dispersarse. El humo del tabaco se quedaba como cuajado, y sólo poco a poco se iba deshaciendo. La
multitud de gente que se atropellaba en la estrechez de las calles, molestaba al paseante en vez de entretenerle. A medida que transcurría el tiempo, se adueñaba de él, progresivamente, el estado lamentable que el siroco, combinado con el aire del mar, puede producir, y que es excitación y desfallecimiento al mismo tiempo. Transpiraba copiosamente, los ojos querían cerrársele, sentía el pecho oprimido, tenía fiebre, la sangre palpitaba sensiblemente en sus sienes. Cruzando algunas calles, huyó de los barrios comerciales, donde el gentío se apretujaba,"

El recorrido que realiza el protagonista desde el Norte al Sur es paralelo a su paso del orden al desorden y al caos, y finalmente la muerte ante la contemplación de la Belleza.