domingo, 13 de enero de 2013

THOMAS MANN Y LA MUERTE EN VENECIA



   En la actualidad los lectores nos hemos acostumbrado a un tipo de novelas de consumo rápido, frecuentemente extensas y poco profundas. Pero hay otras que, aunque breves, requieren de un mayor esfuerzo porque nos obligan a una constante reflexión. Tienen más de un nivel de lectura y siempre tenemos la sensación de que hay algo que se nos escapa, de que tendríamos que volver a empezar una vez que hemos acabado. Kerenji llamaba a Thomas Mann "Doctor hermeticus" y lo podemos comprobar en su obra.  Visconti la hizo película, captó de forma magistral la belleza decadente del mundo en que se desarrolla la acción y nos hizo amarla. A mí me gustan estas obras complejas.

   Thomas Mann (Lübeck, 1875-Zurich, 1955) fue hijo de una próspera familia burguesa. Su padre era alemán y su madre, de ascendencia brasileña. En su autobiografía escrita en 1936, Mann dice con ironía: «La posición de los planetas era favorable, según me aseguraron, en repetidas ocasiones, adeptos de la astrología, ofreciéndome en base a mi horóscopo, una vida larga y dichosa así como una dulce muerte». Efectivamente, Mann vivió 80 años en relativa tranquilidad, dedicado a una larga obra que se inició cuando era muy joven y que no terminó hasta el día de su muerte. Tuvo que soportar, como muchos escritores alemanes de su tiempo, un largo exilio provocado por la ascensión de Hitler, que se inició en 1933. Mann, muerto en 1955, nunca volvió a vivir en Alemania, aunque varias veces la visitó antes de morir.

   Se formó en la lectura de autores realistas y naturalistas, influidos algunos por el positivismo. Cuando escribe La muerte en Venecia es patente su interés por el Simbolismo y el interés por el
hombre y el arte de los filósofos preexistenciales, sobre todo Nietzsche y Schopenhauer. También atraen su atención el Impresionismo y las teorías del pscioanálisis de Freud.

   Su concepción integradora del papel de la literatura le llevó a fusionar en ella saberes y experiencias que explican la complejidad y riqueza intelectual de su obra.

Travemünde, el paraíso de sus vacaciones infantiles
   A lo largo de su existencia vivió importantísimos acontecimientos históricos: el ascenso de la monarquía guillermina, la I Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias, la llegada de la República a Alemania, el ascenso de Hitler al poder, el horror de la II Guerra Mundial, la llegada del la democracia. Su obra recoge es un documento valioso de la historia europea de este periodo.

   En algún momento en que se describe a sí mismo podemos comprobar que algunos rasgos que se atribuye son comunes a Gustav von Aschenbach, el protagonista de La muerte en Venecia.
"Soy de ciudad, burgués, hijo y nieto de una cultura alemana burguesa. La sangre materna y exótica es el fermento que nutre de un modo tal que aleja y modifica, pero no altera la esencia, los fundamentos, no anula las tradiciones espirituales básicas. ¿No fueron mis antepasados artesanos de Nuremberg, del tipo que Alemania ha extendido por todo el mundo hasta el lejano Oriente, como señal de que es un país de ciudades? Ocuparon altos cargos en Mecklemburgo, vinieron a Lübeck, fueron comerciantes del "Imperio Romano".
   Lübeck es para Mann el símbolo de la burguesía y de los valores paternos, como el sentido para las obligaciones de la vida. Pero también hay una simbología latente, en palabras de Linés."Se trata del
Lübeck
influjo materno. Su madre representa lo exótico, lo artístico, el Sur, y también la contemplación extasiada del mar[...] Simboliza la mirada contemplativa sobre el mundo: es la invitación constante al ensueño y a sumergirse en la inmensidad cósmica; es el símbolo del regreso a la esencia unitaria de la que todo surge." Tanto la ciudad, como el mar o las referencias a los orígenes de sus padres son una constante en su obra y todos aparecen en la novela que vamos a estudiar.

   Thomas Mann publicó La muerte en Venecia en dos partes en 1912, que se corresponden con los números de octubre y noviembre de la revista Neue Rundschau. Como libro salió publicado en Berlín por Fischer en 1913.

   En un principio planteó la obra como una historia- con el posible título de Goethe en Mariembad- que estaría basada en los amores de este, ya anciano, hacia Ulrike von Levetzov, una joven de diecisiete años. Pronto abandonó esta idea porque su complejidad requeriría un libro más extenso.

   Se planteó entonces reflejar el antagonismo entre conocimiento e irracionalidad hasta sus últimas consecuencias, volviendo a subrayar la pretendida síntesis entre arte y vida, que ya estaba en Tonio Kröger. Se plantea ahora el enfrentamiento entre conocimiento y arte racional frente a la vida y el arte vital. El protagonista, un burgués reflexivo, busca en Venecia la vitalidad, la inspiración y la pasión, que son fuerzas tentadoras y destructoras, siguiendo el esquema nietzscheano de oposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco.

   Una experiencia personal está en el origen de la anécdota, aunque nunca debe interpretarse la novela en clave realista, porque su argumento está entreverado de elementos simbólicos y de reflexiones teóricas sobre arte y literatura, combinadas con influencias filosóficas diversas.

   El autor había viajado por el Adriático en 1911, acompañado por su mujer y por su hermano Heinrich. Estuvieron en una de las islas Brioni, próximas a Pola. Allí se enteró de la muerte de Gustav Mahler, su gran amigo y extraordinario compositor al que le unía una amistad (el protagonista se llamará Gustav en su honor). Fueron luego a Venecia y al Lido y allí se fijó en un bello adolescente polaco Wladyslav Moes, que estaban pasando sus vacaciones acompañado de su madre y hermanas. Su mujer Katia relató años después este encuentro, que ella nunca percibió como enfermizo:

"Las Memorias no escritas de su mujer (1975)  relatan los hechos reales que se trasmutaron en 1912, después de un año de intensa labor, en La muerte en Venecia;«Él tenía cierta debilidad por el muchacho -nos dice su mujer Katia-, un sentimiento desmedido que lo hacía observarlo en la playa, cuando estaba con sus compañeros. No lo seguía a través de Venecia, como en el relato, pero el muchacho lo había fascinado, y frecuentemente pensaba en él».

 Pero, como se dice en "Mann y los griegos. Muerte en Venecia", esta última anécdota, principal motivo de atracción para muchos lectores superficiales o malsanos, literariamente importa sólo en cuanto se eleva a símbolo de alcance muy diverso, como lo demuestra hasta el título mismo de la narración".

   Thomas Mann tenía la costumbre de interpretar sus obras y también lo hizo con esta. En una carta enviada a Carl Maria Weber en 1920, el autor subraya la perspectiva simbólica del relato y afirma que el tema fundamental de esta novela es "la descripción de una pasión entendida como turbación y denigración. Precisa que no pretendía contar nada homoerótico. Posteriormente, en Relato de mi vida el autor vuelve a referirse al tema de la novela como "la trágica historia de una denigración".
Mann relata cómo realizó esta obra: «mientras trabajaba —con mucha lentitud, como siempre— en este relato, experimenté en algunos instantes el sentimiento de un caminar absoluto, la impresión soberana, nunca antes conocida por mí, de ser llevado en brazos».


Fotograma de la película de Visconti